MOLIERE



“Por lo que a mí respecta, cuando asisto a una comedia solo tengo en cuenta si me gusta;
y si con ella me he divertido, no me pregunto si me habré equivocado o si las reglas de
Aristóteles me prohibían reírme”.
Jean-Baptiste Poquelin, Molière



Jean Baptiste Poquelin nació el 15 de enero de 1662 en la Rue Saint Honoré, en París, bajo el reinado de Luis XIII, coronado en 1610. El crítico Sainte-Beuve aseguraba que Molière era el autor que mejor encarnaba el valor universal del genio francés. Hoy día, es emblema brillante de la francofonía y, por su importancia literaria, artística y cultural, solo puede ser colocado al lado de los mejores de todas las épocas:Dante, Shakespeare, Cervantes, Goethe, Camoens...

Cuando no había cumplido los once años, en 1633, murió Marie Cressé, su madre, y su padre se casó poco después, el mismo año de 1633, con Catherine Fleurette; pero también su madrastra morirá tres años después, en 1636, dejando dos huérfanos. Por entonces, la Inquisición hacía abjurar a Galileo Galilei de sus “errores”: la Tierra no se movía alrededor del Sol (“Eppur si muove!”).

En 1635, Jean Baptiste entra en el colegio jesuita de Clermont (de donde saldrá en 1641), que hoy es el liceo Luis el Grande de París. Era el más célebre centro educativo de la ciudad. Allí aprendió la filosofía escolástica que luego fustigará tan duramente (por ejemplo, en Tartufo) y el latín, que le fue de gran utilidad, pues así pudo leer y traducir a Plauto, Terencio, Lucrecio… Allí también entra en contacto con personajes de alta alcurnia, como François Bernier, Edmond Rostand y otros que luego serán valedores suyos, entre los que se cuentan el príncipe Armand de Conti, que fue un tiempo su mecenas. Ese año de 1635 se funda la Academia Francesa y Francia entra en guerra con España.

En 1637, Jean Baptiste jura su cargo de “Valet de chambre tapicero” del Rey, pero pocos años después renuncia al cargo en favor de su hermano. Descartes publica el Discurso del método. Corneille publica "Le Cid".

Dos años más tarde, en 1639, nace el autor de tragedias Jean Racine.

En 1642, obtiene una licenciatura en derecho en Orléans. En sus años de estudiante había tratado con librepensadores y “libertinos”, cuyas ideas de tolerancia y reformismo social podrán rastrearse después en las obras de Molière. Nuestro comediógrafo apenas ejerce su cargo de abogado por unos meses y pronto lo abandona y funda, con Madeleine Béjart, el Illustre Théâtre, compañía compuesta por diez actores y actrices. La Béjart, unos años mayor que él, fue su amante muchos años y ella lo inclinó definitivamente hacia el mundo de las tablas. La de actor era entonces una profesión insegura y mal vista, pero Molière la hizo suya, movido por su gran vocación escénica.

Su vida no fue fácil, pero afortunadamente gozó del favor real, pues fue hombre de letras cortesano. Ello le permitió representar sus obras en los grandes palacios, aun a pesar de la fuerte oposición de la iglesia, la nobleza y sus propios compañeros de oficio, celosos de su éxito, cada vez que estrenaba una obra. Sus comedias fueron a menudo juzgadas como irreverentes, blasfemas, inadecuadas... El autor pasó parte de su vida metido en querelles, polémicas con sus compañeros de profesión, con la Iglesia, la nobleza, la burguesía… Molière, como buen actor, se murió, como suele decirse, “con las botas puestas”, “al frente del cañón”. Es decir, en plena faena, mientras representaba su última obra, El enfermo imaginario. El tema de la comedia era, precisamente, la hipocondría, el miedo a la muerte, un mal que el pobre Molière, que tenía mala salud, sufría en sus propias carnes y que representa en escena burlándose de sí mismo y de sus propios temores.

Pero en esta ocasión, la enfermedad del enfermo no era imaginaria, sino real. Y como el gran autor iba vestido de amarillo en el momento de la representación, desde entonces ese color se convirtió en cromatismo maldito para las gentes de la escena.

Su padre, Jean Poquelin, era tapicero y, desde 1631, tapicero del Rey. Su madre se llamaba Marie Cressé y murió pronto, en 1633, cuando Jean-Baptiste aún no había cumplido once años. Así pues, sus orígenes fueron humildes, pero ello no le impidió subir a la gloria. Pudo haber seguido la trayectoria familiar y haber sido un tapicero real de cómoda vida burguesa. Pero prefirió la aventura e incertidumbre del teatro. Y logró la inmortalidad. Tras su muerte, su compañía, fusionada con la del Hôtel de Bourgogne, formó la Comédie Française, que aún hoy continúa activa.

Fue un gran creador de tipos: el avaro, el hipócrita, el erudito a la violeta, el petimetre o joven a la moda, la “preciosa”, la “coqueta”, la mandona, el calzonazos, el misántropo, el confesor abusivo, el médico ignorante… y, como Shakespeare, un hombre de teatro total: actor, director, autor y empresario.

Se inspiró en la comedia clásica grecolatina, especialmente en Plauto. Más que por la originalidad, destaca por sus dotes como observador social, su habilidad para los diálogos, su lenguaje sencillo y natural, su sentido de la ironía y del humor… Nos ha dejado personajes memorables como el hipócrita Tartufo, el avaro Harpagon, el hipocondriaco Argan, Mr. Jourdain el burgués gentilhombre, el pedante Trisotin… Hombre de gran ingenio, fustigó los vicios de la burguesía, la nobleza y la Iglesia, lo que le trajo no pocos sinsabores. Sufrió censuras, denuncias, cárcel. Vio morir a sus seres queridos (padres, amantes, hijos). Conoció éxitos y fracasos. Tras su muerte, la Iglesia no quería enterrarlo en sagrado por su doble condición de cómico y crítico anticlerical, pero por fin pudo descansar cristianamente gracias a la mediación del rey Luis XIV. Sus diálogos chispeantes, vigorosos, rápidos y directos lo han hecho universal.

De la comedia española, copió Molière muchos argumentos y situaciones. En la italiana, aprendió
el oficio de actor, pues en la commedia dell’arte estos improvisaban diálogos dependiendo de la situación y el texto no era más que mero boceto argumental; los italianos daban brincos, exageraban gestos y muecas, inventaban y hacían reír al público con depurada técnica teatral que admiró Molière. De la propia tradición francesa, tomó Molière como punto de partida los fabliaux, breves y jocosos relatos en verso, la mayoría anónimos y escritos entre los siglos XII y XV, caracterizados por la burla de usos y costumbres con marcada intención satírica. También asimiló la herencia de las farsas medievales y sentido de la comicidad pura, capaces de describir a cada personaje por sus rasgos más sobresalientes (caricatura) y protagonizadas por tipos fijos, títeres inmutables: el capitán, el parásito, el vejete, el intrigante, el criado ingenuo, el bellaco…

¿Fue un revolucionario o un conservador? Las dos respuestas se han dado a esta pregunta. Algunos se han fijado en su humor corrosivo, su fino sentido de la ironía, su carácter burlón y han deducido en Molière un espíritu de rebeldía. Otros se han aferrado a su condición de cortesano, de protegido del Rey, y han recordado los casos de verdaderos revolucionarios que acabaron, por sus actividades subversivas, en la hoguera o en la guillotina. Dejando al margen las cuestiones de ideología, hoy día preferimos verlo sobre todo como un apasionado de la escena, como un “atleta completo del teatro”(Audiberti) o un “genio cómico” (Ramón Fernández). Plauto y Terencio, las farsas medievales, la Commedia dell’Arte, las comedias de enredo españolas, las magnificencias visuales de los ballets cortesanos del barroco… Todo le sirve a Molière para conseguir el perfecto espectáculo teatral, para convertir la representación en una gran fiesta pansensual (para todos los sentidos): música, danza, tramoya y representación.

Este autor tuvo la fortuna de vivir en la época dorada del teatro francés, una etapa en la cual el Clasicismo se pule a pleno tratando de desembarazarse de estéticas barrocas, aunque sin lograr por ello alejarles absolutamente. Durante los años treinta tendremos entonces el florecimiento pleno del teatro contando con tres nombres formidables: Pierre Corneille, Jean Racine y, tal vez por encima de todos, Molière.

Debe hacerse notar que el teatro clásico
triunfa en Francia cuando en
España prosigue el éxito de la comedia
nacional con las obras de Calderón
de la Barca, Rojas Zorrilla y Agustín
Moreto, y mientras en Inglaterra el
teatro vive aún de la estela de Shakespeare
en las obras de sus sucesores;
es decir, el Clasicismo triunfa
en Francia cuando en España e Inglaterra
pervive un teatro alejado de los
preceptos.

Este giro hacia el Clasicismo fue bien acogido por el poder, que veía en este teatro alejado de los excesos un mayor refinamiento aristocrático. Con este espíritu clasicista se impusieron en el teatro francés estos rasgos esenciales:

a Clara separación entre tragedia y comedia. La primera siempre se escribía en verso; la comedia podía estar escrita en verso o en prosa.Algo a tener presente es que Moliere se vale de los dos dependiendo del efecto que desee lograr en los espectadores y los rasgos puntuales de sus personajes.
b Distribución de los personajes según los géneros: los nobles o graves eran exclusivos de la tragedia; y los burgueses y los plebeyos, de la comedia. En general vemos en la obra de Moliere el burgués acomodado y sus incontables preocupaciones mundanas.
c Imposición de las tres unidades: de tiempo, de lugar y de acción.
d División de la obra en cinco actos.
e Exclusión de todo tipo de excesos (escenas truculentas, aparato escénico complicado, etc.), considerados de mal gusto.

Como muchos artistas debió esperar a la posteridad para ser reconocido adecuadamente:

Un día, ya muerto Molière, el rey Luis XIV, que había sido siempre su
protector, oyó decir a Boileau que Molière era el mejor dramaturgo de
su época y el Rey Sol, irritado, gruñó:“Pero eso no lo sabía yo”.

Lo había protegido en vida, pero solo lo consideraba uno más de sus lacayos. La historia del teatro ha demostrado la falta de alcance del aserto del monarca. Molière arremetió contra los médicos y usureros (sus “bestias negras” más recurrentes) y cuestionó:

la educación que se daba a la mujer en su tiempo (“En la situación de obediencia en la que me hallo, solo puedo decidir sobre mis sueños”, dice Frosina, en la esc. I, acto IV de El avaro),

la sumisión ciega de los hijos a los padres,
los matrimonios de conveniencia,
la rígida educación religiosa,
la hipocresía y el autoritarismo de los poderosos…

Y eso en un momento, el siglo XVII, clásico en Francia y anti-clásico o barroco en Inglaterra y España, en que la Iglesia y la Monarquía querían el sometimiento del pueblo con efectos escénicos que produjesen admiración. Es la época de los grandes palacios y jardines (como Versalles), de obras monumentales, de una teatralidad opulenta, ampulosa. Como señala Carrascal (1986),“el teatro era en ese momento el compendio de una sociedad inmersa en una gigantesca escenografía”.

Molière rompió con la cómoda vida burguesa que podía haber llevado como tapicero real. Y tampoco fue acomodaticio como cortesano, aunque sí se sirvió de los grandes medios que le proporcionaba el favor real: vestuario fastuoso, espectacularidad, multisensorialidad (música-danza, escenografía-actuación).

Prefirió convertirse en un espoleador de las conciencias, antes que ser uno más en la legión de los aduladores. Por eso tuvo tantos problemas con los poderosos.
Molière se sentía sobre todo hombre total de teatro: actor, director, productor y autor. Una de sus máximas favoritas sobre la comedia era el conocido dicho latino castigat ridendo mores, critica las
costumbres haciendo reír. Molière definía la comedia como “une peinture d’après nature”, una pintura
siguiendo a la naturaleza, y afirmaba que “El objeto de la comedia es representar en general todos los defectos de los hombres y principalmente de los hombres de nuestro siglo”.
Decía que les comédies sont faites pour être jouées, las comedias se hacen para ser representadas, así que no se preocupaba mucho de su faceta de escritor, lo importante –como en la commedia dell’arte- era la representación, más que las palabras. En sus obras teatrales no hay casi acotaciones, pues para él el objetivo no era un texto perfecto, literario, sino que este era un punto de partida, el boceto sobre el que el actor edificaba su actuación. Para él, la regla de oro de la comedia era agradar, gustar al público:

“la grande règle de toutes les règles est de plaire»

El cómico tenía razón si el público aplaudía. Si no lo conseguía, fracasaba. Como afirma Condor Orduña (1986): “…en teatro es siempre el público el que tiene la última palabra, y a Molière le respaldaron siempre los aplausos”.
Molière estaba convencido de que la comedia podía tener tanto mérito literario como la tragedia, que entonces era tenida por el género dramático mayor. En Impromptu de Versalles, escena IV, fijó una especie de ética de la sátira cómica: atacar los vicios generales evitando los ataques personales, “peindre les moeurs sans toucher aux personnes”, pintar las costumbres sin tocar a las personas.


Características del teatro de Moliere

1- Rasgos del arte clásico ( Manierista-Barroco): en su obra influye el teatro barroco italiano y español.
2- Escribió tanto en prosa como en verso.
3- Sus diálogos son vivos, ágiles. Aparecen brillantes juegos de palabras. Destacan algunas enumeraciones relativamente recargadas recordando ciertos rasgos del Barroco.
4- Exageración por momentos en la utilización de lenguaje médico o legal. Posiblemente este aspecto tiene que ver con sus personajes. Otro aspecto es que muchas veces lo emplea para burlas a sus personajes.
5- Los recursos gestuales o de situación a los que recurre sirven para acentuar hasta el ridículo la psicología de los personajes.
6- Sus personajes encarnan un defecto Y, como corresponde a la comedia, aparecen ridiculizados. Su avaro, Su misántropo, su hipócrita, sus pedantes, sus burgueses Pretenciosos son los síntomas de una sociedad enferma y Decadente. En este sentido se visualiza cierta constante de queja al presente como en otros autores del Renacimiento.
7- Defensa del sentido común y la razón: su teatro Defiende una concepción de la vida basada en el sometimiento a las Leyes de la naturaleza y a los dictados de la razón. La moderación, La tolerancia y el sentido común deben formar parte de una moral Social basada en lo natural y lo razonable.
8- El humor en su teatro: En el vamos a encontrar el dominio de los tres grandes tipos de Recursos de comicidad en el teatro: comicidad de gestos y movimientos (muecas, caídas, piruetas…), comicidad verbal (juegos de palabras, Ironías, repeticiones…) y comicidad de situaciones (sorpresas, Malentendidos…).
9- Lenguaje y estilo: su teatro se inscribe en La época del clasicismo francés, respeta las reglas de Aristóteles De lugar, tiempo y acción, estructura sus obras más largas en 5 Actos y generalmente usa el verso.
10- Utiliza de forma recurrente la Repetición, la utilización de distintos estilos y registros en Concordancia con la condición y carácter de los personajes y mezcla Distintos lenguajes.
11- Situaciones recurrentes en su teatro: se Ha señalado con frecuencia en su teatro la existencia de una trama Básica, un esqueleto común que con algunas variaciones aparece en Varias de sus comedias más logradas.

Molíère Se propuso realizar una comedia que pudiera satisfacer los gustos del Gran público popular y también de los discretos (minoría mas Culta), para ello respeta las tres unidades de Aristóteles y buscara La verosimilitud, la naturalidad, el análisis psicológico y se basa En la observación de sus contemporáneos.

Los personajes de sus comedias han llegado a convertirse en verdaderos prototipos y juegan un papel trascendente en cada uno de los giros estéticos de la obra. Es bastante sencillo además ver cuáles se adaptan al pensamiento del autor y cuáles no. Los matrimonios por conveniencia, el abuso de la autoridad paternal, los jóvenes frente a los preceptos de los mayores son algunos de los aspectos que también vale la pena destacar.

Como subgénero dramático es bastante común encontrar obras que responden al concepto de farsas.Aquí se incluyen las obras de su primera época con claras influencias de la comedia del arte Italiana, otras pertenecen a su época de madurez (“El médico a Palos”) y las farsas más elaboradas de su última época (“El Burgués gentilhombre” y “El enfermo imaginario” que son Comedias-ballet ya que son espectáculos pensados para la corte por lo Que incluyen también música y danza).
Alta comedia: Molíère depuró la comedia sacándola de su superficialidad e Introduciendo en ella una pintura crítica de su tiempo que hace reír y pensar.

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